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El Rayo Descendente, un relato de la creación.

elsenderoderetorno

Actualizado: 18 ene 2021




En la oscuridad del Vacío, donde el tiempo y el espacio eran ausentes, la insondable nada fue perforada por el Rayo que yacía oculto tras el Velo sin nombre, dando origen al primer sonido. La primera emanación vibró retumbando y sin que nadie aún existiera para escucharla o entenderla, como una brillante Corona iluminó el destino del Reino aún inexistente. Aquella Voz vibrada necesitaba ser reconocida y escuchada para que pudieran encenderse todas sus Luces. Aquella emanación necesitaba ser vista y así, mientras se desbordaba en la contemplación de sí misma, Kether, la Inteligencia Oculta percibió el reflejo de su esencia, y a partir de ese momento, como un rayo descargando su poder, la Voluntad Primaria siguió su curso llevando la Luz a los rincones ocultos que dormían esperando a ser despertados por el toque de aquella fuerza. Brotaron entonces el Gran Padre, Chockmah y la Gran Madre , Binah, en cuya polaridad se esconde el secreto tanto para la multiplicidad, como para el retorno a la Unidad de la primera sílaba, pues el secreto de la forma está en el vientre de la Madre conteniendo la semilla del Padre. Así las raíces del Árbol arraigadas en la esencia celeste empezaron a dar frutos mientras su Luz descendía.


En Misericordia y Amor, Chesed, se expandió regando sus bendiciones mientras de una nueva rama surgía con toda la fuerza el fruto de la Justicia indesviable, el brazo incorruptible que sostiene la espada de fuego que corta la maleza y abre campo al crecimiento incesante del gran Árbol, el Poder de Gevurah. Así, con Justicia y Amor, balanceando el peso de las ramas, el centro de la conciencia se estableció en el brillo radiante del Sol de Tipheret, belleza en equilibrio, balance en radiación.


Sin embargo a pesar de que todo el poder que habría de Ser se abría paso a la velocidad del Rayo, el Reino estaba incompleto y la fruta más preciada aguardaba su momento madurando en secreto, mientras su deseo de existir se hacía cada vez más fuerte, y en Netzach, el deseo Victorioso de manifestarse, solo necesitaba de una mente poderosa que estructurara su destino. Danzando con su propia música se unió a su rama opuesta, Hod, el Esplendor de la gran mente que daría a aquella Luz, la oportunidad de elegir racionalmente la vestimenta que quisiera, una forma entre un millón de formas.


De todas las formas, la Luz divina que alguna vez rompiera el silencio oscuro del no tiempo, eligió la forma del Reino, y construyó su Fundamento en lo profundo de las aguas de Yesod, para ver surgir de ellas, el Trono en el cual se sienta aquel que porta la Corona que desde lo alto alimenta su existencia por los siglos de los siglos.


En L.V.X, Vida y Amor


F.V.T


 
 
 

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